miércoles, 29 de noviembre de 2017

Pete Turner y el color


El fotógrafo americano Pete Turner (1934-2017) fue un pionero del color. En los años 50, cuando el color estaba reservado para los anuncios comerciales y la fotografía artística de élite se hacía en blanco y negro, Turner experimentaba con el color. 





Trabajaba la saturación, el contraste y  la definición como nadie lo hacía en aquella época; buscaba los colores primarios como si fuera un pintor fauve de comienzos del siglo XX. Turner dijo que se había inspirado más en la pintura que en la obra de otros fotógrafos, y citaba a Rene Magritte y a Yves Tanguy. 
Su obra de los años 50 es fundamentalmente descriptiva, pero también audaz.






En los 60 y 70, la fotografía de Turner aborda la geometría de la imagen y utiliza con libertad los colores primarios. En alguna fotografía roza la abstracción.










En 1978 lleva a cabo la fotografía publicitaria para Encuentros en la tercera fase, de Steven Spielberg, y realiza carátulas de discos para famosos músicos de jazz.







En sus últimas fotografías, sin abandonar la intensidad de color, se percibe con más fuerza la influencia de los espacios de Magritte.











Cuando yo me iniciaba en la fotografía, una conocida me dijo: "En mi Nikon jamás pongo película de color. Para los colorines utilizo una Werlisa Color" (1) Esa idiota debería haber conocido la obra de Pete Turner.

1. El nombre de Werlisa Color se refiere a una serie de cámaras baratas producidas por Certex entre los años 1963 y 1967.

viernes, 24 de noviembre de 2017

Años 1960 - Salidas nocturnas


Luís Porres recorre de un lado a otro la habitación. De vez en cuando se asoma al amplio ventanal. Su mujer permanece sentada en un ángulo de la estancia.

-Las doce y cuarto de la noche y Rosa sin venir. ¿Es esta la educación que le das a tus hijas? -dice con voz tensa mirando a su esposa.
-Te aseguro que no me lo explico, Luis. Rosita siempre está aquí antes de las diez. A veces sale luego un rato con sus amigas, pero lo de hoy es un poco raro.
-¿Y lo dices así, tan tranquila? ¿Es que no estás preocupada?
-Pero, Luis, si está con sus amigos de siempre. Con el hijo de Rosillo, que es muy formal, con Susana, con Loli y los demás, si los conoces a todos.
-Ya. El hijo de Rosillo. Parece mentira que no te des cuenta de las cosas. Roberto es un gran muchacho, pero no tiene atractivo para las chicas. ¡Ojala estuviese con el hijo de Rosillo! Pero mucho me temo que a tu hija le gusten otros.
 -La verdad es que el pobre no es muy agraciado, pero es tan buen chico...
-Para el caso es lo mismo, Amparo -se irrita de nuevo Luis Porres -. La cuestión es que mira la hora que es y Rosa aún no ha llegado. 
-Seguro que han tenido una fiesta más larga y se ha entretenido.
-¡Que no son horas, coño! Puede que esté con la pandilla o puede que no. Esté con quien esté, ¿te parece lógico que ande por ahí a estas horas de la noche?
-Pero Luis, que estamos en Fallet.
-¡Por eso, Amparo, por eso! Este pueblo ha cambiado mucho, ya no es lo que era. Está lleno de night clubs y de cabarets.
-Pero, Luis, sé razonable. ¿Qué le puede pasar a la niña?
-¿Que qué le puede pasar? A veces pareces tonta. ¿Te gustaría que a tu hija le hiciesen una tripa?
-Por Dios, Luis, no digas barbaridades.
-Pero bueno, ¿tú qué te crees -dice Luis Porres cruzándose de brazos ante su mujer-, que tu hija es un espíritu puro?
-¡Qué cosas dices! Si quisiera pecar tendría todo el tiempo del mundo para hacerlo. ¡Si no veo a los niños en todo el día!
-La oportunidad, Amparo, la oportunidad. Que no te enteras de nada. Esas cosas suceden de noche, si lo sabré yo...

Se interrumpe al oír el ruido de la puerta. Se vuelve. Entra Rosa con cara afligida.

-Hola papá, hola mamá. Me he retrasado un poquito.
-¿Sabes qué hora es? -dice Luis Porres.
-Sí, ya sé que es un poco tarde. Perdón -contesta Rosa e intenta escabullirse hacia el interior.
-¡No tan deprisa! ¿Te parece bonito llegar a estas horas?
-Ya he pedido perdón.
-¡Ah, y con eso se arregla todo! La señorita piensa que con pedir perdón es suficiente.

Rosa calla y su padre se exalta cada vez más.

-¡A ver! ¿De dónde vienes?
-De estar con la pandilla. Hemos tenido guateque en casa de María Eugenia y se ha prolongado un poco.
-¿Un poco? ¿Me quieres hacer creer que un guateque ha durado hasta las doce y media?
-Bueno, no... Es que luego nos hemos ido a dar una vuelta.
-¿Ah, sí? ¿Con quién y por dónde?
-Con Susana y Marisa y Loli. Pero bueno, ¿a qué viene este interrogatorio?
-¡Oye niña, mide tus palabras! Esa no es forma de hablarle a tu padre. ¡Contesta! ¿Con quién estuviste?
-¡Ya te lo he dicho! Mamá, ¿a qué viene esto?
-¡Deja a tu madre en paz, estás hablando conmigo! ¡Contesta!
-¿Por qué me tratas así? ¡Ya no soy ninguna niña! ¡Tengo derecho a disfrutar de mi propia libertad!
-Para andar golfeando por ahí, ¿verdad? ¡Tu tendrás la libertad que yo quiera darte! ¿Entendido?
-¡No, no entiendo nada! ¡Eres injusto, injusto!
-¡Cállate Rosa, que no respondo!
-¡No me callaré! ¡Lo repetiré mil veces! ¡Eres injusto, injusto!

Luis Porres alza la mano y abofetea a su hija. Rosa se echa hacia atrás con los ojos muy abiertos. Luego rompe a llorar y escapa corriendo escaleras arriba.Se arroja sin desvestirse sobre su cama, solloza durante un largo rato, en ese momento detesta a su padre y cree que el mundo es cruel. Se siente la persona más desgraciada del mundo y esa sensación comunica intensidad a su llanto. Luego el llanto cede paso a los recuerdos. Ha estado con Jimmy. Ha paseado con Jimmy a luz de la luna y se han besado. Rosa se estremece.

En la oscuridad, Rosa oye la voz de su hermana Julieta que tiene quince años.

-Rosa. Oye, Rosa
-¿Qué quieres?
-Te ha pegado, ¿verdad?
-Anda, duérmete, que es muy tarde.
-¿Pero te ha pegado?
-Sí.
-¡Es un cerdo!
-Cállate, anda. Y duerme.
-Cuéntamelo todo, por favor -dice Julieta encendiendo la lamparita de noche. Rosa guarda silencio y Julieta insiste -: Has estado con un chico, ¿verdad? ¿Con Jimmy?
-Sí, con Jimmy.
-Jo, qué suerte. Está como un queso. ¿Se te ha declarado?
-¡A ti que te importa!
-No seas así, cuéntamelo todo. ¿Te ha besado?

Rosa se desviste y se acuesta.

-Anda, apaga la luz.
-Pero te ha besado, ¿sí o no?
-Sí, me ha besado. ¡Apaga la luz!
-Qué suerte tienes -dice Julieta obedeciendo la orden de su hermana. Al poco su voz vuelve a oírse en la oscuridad -. ¿Ha sido un beso de lengua o normal?
-¡Pero bueno, será posible! ¡Calla de una vez!
-Bueno, ya me callo. Buenas noches, Rosa.
-Buenas noches.
-Rosa...
-Qué.
-¿Estás enamorada de Jimmy?
-Sí, pero no se lo digas a nadie.
-No te preocupes, soy una tumba. Buenas noches.
-Buenas noches.

domingo, 12 de noviembre de 2017

Diagnóstico


Últimos días de agosto de 1997. Ese viernes visitamos a unos antiguos amigos de mi mujer. Hace calor y la charla es insustancial. A veces desconecto. Voy y vengo para que no se note demasiado. Me acaricio la barba, ya casi blanca, y sonrío, un gesto habitual. De pronto descubro algo que antes no estaba ahí: mis dedos han palpado algo duro en la parte derecha del cuello. Es un bulto; no, dos, del tamaño de una cereza grande. Ganglios, son ganglios, pienso, y en ese instante recuerdo: Las adenopatías benignas son blandas y móviles; si son duras y adheridas son metástasis. Mis dedos palpan los bultos: son duros, están adheridos. Siento una ligera opresión en el pecho. No hay duda, sé lo que tengo. Sonrío, comento algo, nadie debe darse cuenta de mi estado. Pienso con rapidez: hoy es viernes, hasta el lunes no puede verme nadie. Habrá que esperar.

Regresamos a casa y decido no comentarle nada a mi mujer. No hasta que tenga la certeza absoluta. Durante el sábado y el domingo procuro comportarme con normalidad. No me cuesta mucho, aunque en mi mente surgen ideas encontradas. Sé que tengo un cáncer y puedo morir. Me sorprende que esta conclusión no me derrumbe; al contrario, me invade una serenidad extraña. Pienso en mi vida hasta ese momento. He trabajado mucho y he vivido intensamente. No soy rico ni pobre. He amado, he sufrido, he caído y me he vuelto a levantar. Como una diapositiva que se desvanece mi pensamiento cambia: no todo está perdido, la medicina tiene recursos, hay que luchar hasta el final. La muerte. La muerte no es un problema, el problema es vivir. Sé que estoy evocando a Epicuro. Muy bien, ese griego tenía razón.

El lunes por la mañana llego al hospital a la misma hora de todos los días. La sesión de la mañana no dura mucho. Me avisan que tengo que ver dos enfermos en consulta. Subo una planta y veo dos niños, son revisiones, nada urgente. Le digo a mi secretaria que voy a hacer una visita en otro servicio y me voy a las consultas de ORL. Mi amigo Nacho me saluda cordial: Qué pasa, profesor. Le digo: toca esto. Me palpa el cuello durante más de un minuto. Cuando se separa nos miramos. No hay necesidad de hablar. Me dice: baja a Citología y que te hagan una punción. En Citología busco a la jefe, que es amiga mía. Una residente me dice que ha salido. Pienso una fracción de segundo. ¿Tú me puedes pinchar? le digo a la residente entregándole el volante de ORL. Asiente y me tumbo en una camilla. Me hace la punción, duele un poco, no sé si la hecho bien o mal porque es la primera que me hacen. Le pregunto cuándo estará el resultado y dice que sobre las dos. Le doy las gracias y me voy a trabajar. La rutina me hace no pensar, o pensar menos.

A las dos bajo a Citología y encuentro a la misma residente. ¿Tienes ya el resultado? Se la ve nerviosa. Sí, ya lo hemos mandado a ORL. Bueno, dímelo a mí, le digo con una sonrisa. Enrojece. Le digo: no te preocupes, estamos entre compañeros. Ella asiente y dice: es un carcinoma de células indiferenciadas. Vuelvo a ORL mientras memorizo: ese tipo de cáncer es típico de los tumores de cavum (parte superior de la faringe). Nacho me lo confirma. Su hermano Paco está con él. Me hace una laringoscopia sobre la marcha y me dice: el cavum está limpio, pero el tumor primario puede ser microscópico. Lo veremos en la biopsia. ¿Qué hay que hacer?, pregunto. Un vaciamiento radical de la parte derecha del cuello y luego radioterapia, contesta. ¿Porcentaje de éxito? Nacho mueve la cabeza: Un 75%, en tu caso seguramente más alto porque el diagnóstico es precoz. ¿Cuándo me operáis? Pasado mañana, dice Paco. Ya hemos reservado quirófano. Vuelvo a mi despacho y llamo a mi mujer a su oficina. Le digo que he tenido un mareo. Debe presentir algo, porque a los  veinte minutos abre la puerta de mi despacho. Se lo cuento todo.

miércoles, 1 de noviembre de 2017

Plainsong



Kent Haruf (1943 –2014) es un escritor norteamericano poco conocido. Wikipedia apenas le dedica media página. Para mí ha sido un hallazgo. Escribió cinco o seis novelas de las que solo hay dos traducidas al castellano. He leído las dos y como suele ocurrir cuando uno lee un libro bueno,  me quedé con ganas de leer más de este autor. Ojalá traduzcan más novelas de Haruf, pero no sé a quién pedírselo. 

Son novelas intimistas, que describen sentimientos, pero están escritas con sobriedad, sin caer en sentimentalismos. De la primera hay dos ediciones. Una de ellas respeta el título original, Plainsong, que es la que he leído;  la otra se titula La canción de la llanura. No sé si este último título es una traducción pretendidamente literal o una metáfora de las llanuras de Colorado. En realidad plainsong  es la palabra en inglés para designar el canto llano, la melodía unísona de la Iglesia medieval. Puede traducirse también como salmodia, pero no es una palabra agradable. Creo que el canto llano tiene mucho que ver con los personajes de Haruf: voces sencillas que cuentan su vida.

Nosotros en la noche (Our souls at night) se publicó después de la
muerte del autor. Cuando empezó a escribir esta novela, Haruf  ya sabía que iba a morir; le habían diagnosticado de enfermedad pulmonar intersticial, un trastorno muy raro que es irreversible. Apenas le dio tiempo a terminar el libro, pero sus páginas no reflejan amargura o desesperación. Por el contrario es un canto a la vida. Al menos es lo que me ha parecido a mí.