viernes, 13 de mayo de 2016

ABSTRACCIÓN. Una entrada de Carmen Pinedo y Manuel Casanova.


Escucho los colores. Si intento cantarlos, la música se apaga.


Puedo callar, o acaso decir “rojo”, “azul”, aunque de nada sirva nombrar lo que se muestra.



Puedo divagar paisajes, aunque mares, desiertos, cielos, la fluidez del agua, el crepitar del fuego, la áspera textura de la tierra, formen parte del ensueño del observador, no del artista. 







El crepitar del fuego, he escrito: sus fantasmas.



Asoman en las imágenes el espectro del verano o los horizontes entreverados de todos los tiempos.




O, también, las explosiones y los vértigos cuando algo se condensa, se hunde en lo profundo y luego estalla.



Silencio. El pintor nos habla del brillo callado de la luna.


Una huella tan leve como la caricia de la luz y de la sombra.


No sirve decir, ni cantar: tal vez, si supiésemos, las pieles bailarían los colores.