viernes, 26 de agosto de 2016

Realidad y abstracción



La filosofía se equivoca, lo abstracto no es lo contrario de lo real. Al menos en el arte. Creo que la definición es errónea en todos los casos, porque las abstracciones que la filosofía califica como contrarias a la realidad, por ejemplo la tristeza, la felicidad o cualquier sentimiento, son  tan reales como la más sólida roca, aunque pertenezcan a otra realidad. 





Cuando hablamos de lo abstracto en el arte solemos referirnos a la pintura o la escultura, pero no se deben excluir la música y la literatura. La abstracción no es un fenómeno puntual, como lo fue el cubismo, sino la destilación de los  diferentes estilos pictóricos que rompieron con la tradición en aquellos años mágicos de comienzos del siglo XX. 




¿Por qué se produjo esta ruptura en el arte? Hay muchas explicaciones. Las enciclopedias nos dicen que el arte quiso adaptarse a los cambios tecnológicos, científicos y filosóficos que se estaban produciendo en el mundo, lo cual es innegable, pero es una generalización demasiado superficial. 




A mí me parece -y esto es solo mi hipótesis- que el cambio en el arte es en parte debido a una rebelión, consciente o no, contra la cultura basada en la religión que había dirigido con mano de hierro todas las actividades humanas hasta la Ilustración. Y también por un rechazo del absolutismo político dominante hasta la Revolución Francesa. 




Hasta entonces el artista vivía constreñido a pintar motivos religiosos o bíblicos, o retratos de reyes e infantas, y solo a veces se evadía pintando temas mitológicos, parcialmente tolerados por la Iglesia. Esta esclavitud, que afectaba de igual modo a la música y la literatura, termina de modo abrupto y se desborda como un torrente en la primera década del siglo pasado. O antes, si consideramos a Goya como precursor del impresionismo y a Turner antecedente de la abstracción. 



A mi juicio el fauvismo, el cubismo, el expresionismo, el surrealismo o la abstracción pura no son contrarios a la realidad, son transformaciones de lo real o nos muestran una realidad diferente. El artista no solo crea a partir de la percepción física sensorial, también a partir de lo imaginado, lo nunca visto; o bien distorsiona las percepciones físicas comunes en imágenes oníricas que lleva al lienzo o al pentagrama. 




Decir que en el arte abstracto se contemplan sólo elementos de forma, color, estructura o proporción, es minimizarlo. Hay que buscar la realidad que se esconde detrás de esas formas o volúmenes, que podrá ser banal o profunda como en cualquier tipo de pintura. Conozco personas que lamentan que Picasso no hubiera permanecido en su periodo rosa o azul y otras que consideran diseño gráfico la obra de Rothko. 




En otra entrada he dicho que la mejor literatura es la que nos conmueve. Igual ocurre en la pintura. Si a usted no le gusta Pollock y prefiere a Velázquez, está en su derecho. A mí me gustan los dos.

viernes, 5 de agosto de 2016

El origen del mundo

 
Diego Rivera (1886-1957): La Creación. Ilustración al Popol Vuh, c. 1931

El origen del universo es uno de los problemas que hasta ahora sólo ha podido abordarse mediante la física teórica. Durante mucho tiempo la humanidad creyó que el mundo había sido creado por uno o más dioses. En occidente el creador era el Dios bíblico y a nadie se le ocurría cuestionar este punto, ya que las discrepancias con la Iglesia se saldaban con cremaciones anticipadas. Un científico de la talla de Isaac Newton dijo que sus leyes no hacían sino descubrir lo que siempre estuvo en la mente de Dios. 

A partir de la Ilustración ciencia y religión toman caminos divergentes. Cuando Laplace presentó a Napoleón su obra "Tratado de la mecánica celeste", éste le preguntó por qué no mencionaba al Creador. El científico respondió: “No he necesitado esa hipótesis, Sire”. La anécdota puede ser apócrifa, pero ilustra la situación. A los científicos actuales, ateos o agnósticos la mayoría, no les preocupa demasiado que la gente sea religiosa, crea en un dios y rece sus oraciones, pero se ponen frenéticos si alguien afirma que el mundo fue creado por Dios. Pueden aceptar teorías no demostradas, como la materia oscura del universo, pero no toleran que en la formación del cosmos se considere la hipótesis de un Supremo Hacedor. 

El científico Stephen Hawking, que hablaba de Dios de manera ambigua en sus primeras publicaciones, en su libro de 2010, "El gran diseño", propone una teoría sobre el origen del Universo en la que parece descartar definitivamente a Dios (como creador; en otros aspectos sigue siendo ambiguo). El problema es que hasta ahora ninguna hipótesis sobre el comienzo del universo, científica o no, está demostrada experimentalmente. 


Giovanni di Paolo, La creación del mundo y la expulsión del Paraíso, 1445

A principios del siglo XX muchos científicos y filósofos habían descartado el creacionismo bíblico y haciéndose eco de Aristóteles pensaban que el universo era estático y había existido siempre. Einstein también lo creía, y cuando las ecuaciones de la teoría de la relatividad general indicaron que un universo estático podía colapsarse por efecto de la gravedad introdujo un factor amañado en sus cálculos, la constante cosmológica, para “evitar” la catástrofe. (He aquí un buen ejemplo de manipulación matemática ad hoc). En 1924, Hubble descubrió que el universo se expandía, por lo que Einstein retiró la constante cosmológica y declaró que había cometido “el mayor error de su vida”. Einstein nunca supo que en 1998 se demostró que no sólo se expandía el universo sino que la separación de las galaxias se aceleraba, y para justificar esta aceleración era preciso que “existiera” una fuerza repulsiva opuesta a la gravedad. Entonces los cosmólogos resucitaron la constante cosmológica.        

Puesto que el cosmos se expandía, era lógico pensar que hubo un momento en el que comenzó la expansión, un instante en el que toda la materia y la energía estuvieran comprimidas en un punto. Sobre estos presupuestos se construyó la teoría de la explosión inicial, conocida popularmente como Big Bang. Esta hipótesis, se vio aparentemente confirmada en 1965 por el descubrimiento en el espacio de una radiación uniforme de microondas, que supuestamente sería el remanente de la gran explosión inicial. Estos hallazgos causaron gran alegría en el Vaticano, ya que si el mundo había tenido un comienzo, bien podía ser el descrito en el Génesis.        

Si el universo tuvo un comienzo cabe preguntar qué había antes del Big Bang. Esta pregunta molesta mucho a los físicos y su respuesta es categórica: no había nada. El espacio y el tiempo se crearon en el Big Bang, por tanto la palabra “antes” del Big Bang carece de sentido ya que el tiempo no existía. Stephen Hawkins dice que es como preguntar: ¿Qué hay más al norte del polo norte? Nada. Pero si el tiempo y el espacio se han creado en el Big Bang, ¿sobre qué se expande el universo? ¿Sobre la nada? He aquí una nueva coincidencia: la religión y la ciencia afirman que el universo se originó de la nada. La Iglesia católica utiliza este término para referirse a la creación del mundo por Dios, creación ex nihilo o de la nada; por su parte los cosmólogos actuales también afirman que el universo surgió de la nada, aunque sin intervención divina, claro. Unos y otros tienen problemas severos para explicar este acontecimiento. (Existen otras cosmologías, como el universo estático de Fred Hoyle, o el universo cíclico, que al parecer ha vuelto a considerar factible Roger Penrose, pero no voy a detenerme a analizarlas).

Los científicos no han conseguido hasta ahora unificar la gravedad con la mecánica cuántica, pero sí unificar todas las otras fuerzas de la naturaleza en una única teoría, el llamado Modelo Estándar, que funciona correctamente. Sin embargo, cuando se intenta relacionar la gravedad con los fenómenos cuánticos el edificio se derrumba con estrépito. De ahí la búsqueda incansable, hasta ahora infructuosa, de ese vellocino de oro que sería la Teoría del Todo, en la cual estaría incluida la gravedad, un punto de convergencia entre la relatividad y la mecánica cuántica, la llamada “gravedad cuántica”, que completaría por fin una teoría unificada de la materia y explicaría el origen del universo.  Llegados a este punto, parece que sólo existen dos alternativas: o el universo tuvo un creador o se creó a sí mismo. 


William Blake, El anciano de los días, 1794

Con escasas excepciones, cuando los científicos (o no científicos) hablan de un creador se están refiriendo a Dios, o más concretamente a uno de los modelos de Dios. Además suelen embarullarlo todo incluyendo las religiones en el mismo envoltorio. ¿No existen otras alternativas? Se puede postular un creador, ¿pero por qué Dios? ¿Por qué el Dios del Génesis o el del Ramayana? Al hacerlo se está otorgando al supuesto creador una entidad sobrenatural. En teoría alguien sin prejuicios, aunque esté persuadido de que Dios no existe, podría aceptar la hipótesis de un creador no divino del universo. Al considerar la hipótesis de un creador, no debe entenderse que ese creador sea necesariamente un dios o una criatura sobrenatural, o un ente definido en el limitado sentido que tenemos de la existencia. De existir un creador no sería “alguien” o “algo”, sino un modelo perteneciente a otra realidad que escapa a nuestra comprensión. 

En cualquier caso los científicos son reticentes a considerar esta alternativa, aun cuando no tienen inconveniente en aceptar fabulosos mundos de múltiples dimensiones e hipótesis si cabe más inverosímiles. Véase, a modo de ejemplo, la siguiente proposición: “El universo podría haberse originado a partir de fluctuaciones topológicas de la gravedad cuántica, realizadas sin causa alguna, y que habrían dado lugar a estructuras espacio-temporales creadas a partir de la nada cuántica. Este proceso es denominado “transición topológica”. A partir del espacio-tiempo vacío se producirían partículas materiales mediante fluctuaciones del vacío cuántico; finalmente, el Universo se crearía a partir de esas partículas de acuerdo con las leyes físicas que producirían el Big Bang”. 

O sea, que tanto si hubo un creador como si el universo se creó a sí mismo, en ambos casos parece que surgió absurdamente de la nada, un concepto, la nada, que nuestras neuronas se niegan a procesar. Quizás, como en el cuento de Borges, “Los teólogos”, ambas posibilidades lleguen en el futuro a ser la misma en “la mente de Dios”.

Escuchen "La representación del Caos", obertura del oratorio "La Creación", de Joseph Haydn (1732-1809).


Texto perteneciente a mi ensayo "El Laberinto de Dios". Punto de Vista Editores.