domingo, 26 de abril de 2015

Una hipótesis

Bodegón con libro. Pintura digital.

No sé en otros países, pero en el nuestro existen escritores que se consideran depositarios de las esencias de la literatura. Estos elegidos no solo escriben y se alaban entre ellos, en círculos endogámicos, sino que se permiten denostar a otros escritores y menospreciar sus libros, aunque sean éxitos de ventas. Y lo que es peor: no solo nos dicen cómo hay que escribir, sino que pretenden decirnos lo que hay que leer. Ya he hablado aquí de este asunto, pero quiero ahora repetir un texto que escribí hace tiempo. Esta es mi opinión sobre la novela.

Una hipótesis. La novela es solo una forma de ficción. Si la ficción no muere, la novela no muere, solo cambia. Nadie debe definir, ni constreñir, ni clasificar, ni juzgar la novela. La ficción –sea novela, poesía, teatro, cine - es el reflejo de una época, la expresión de una sensibilidad cambiante. Quizá la ficción active en el cerebro (esta es la hipótesis) áreas o redes neuronales que nos producen placer, o ensimismamiento, o éxtasis  Quizá también lo hace la música, en las mismas áreas o en otras semejantes. (¡No hay ficción más pura que la música!).

Esos imaginados rincones de la mente, receptores de ficción y productores de placer, no discriminan lo antiguo de lo nuevo, lo culto de lo popular, lo experimental de lo consagrado, la literatura comprometida de la de evasión: solo es necesario que se produzca una resonancia, una sintonía, que no tiene por qué ser la misma en todas las personas, ni la misma en distintos momentos de la vida. Solo es necesario que el lector se conmueva.

El escritor no necesita atenerse a pautas o a estilos, ni pertenecer a escuelas o tendencias efímeras, ni debe temer ser liviano o críptico o caótico: solo necesita que su ficción, lo que cuenta o imagina, conmueva al lector. Porque solo así  formará parte de su vida.