¿Usted
suele mirar en el disco que acaba de comprar quién ha compuesto cada canción?
Si no lo hace a menudo no es probable que sepa quién fue Rod McKuen. Sin
embargo ha muerto hace poco, hace exactamente dos meses. Yo me enteré por
casualidad y, como tantas veces ocurre, me quedé sorprendido: no sé si porque
daba por supuesto que ya había muerto o porque me había olvidado por completo
de su existencia. Seguramente por esto último. En ese momento tiene uno la
sensación de haber sido injusto con un recuerdo. Busqué en las estanterías y,
no sin dificultad, encontré un librito desvencijado por el uso titulado Stanyan
Street. Su autor, Rod McKuen.
Nació
en un hospital de caridad en Oakland, California. No conoció a su padre biológico
y el segundo marido de su madre era un alcohólico violento que le maltrataba. Se
escapó de casa a los 11 años y subsistió trabajando como peón de rancho, topógrafo, trabajador del
ferrocarril, leñador, vaquero de rodeo, doble de acción en el cine y pinchadiscos
en la radio. En la década de 1950 trabajó como columnista y
guionista de propaganda durante la Guerra de Corea. Luego se instaló en San
Francisco, donde leyó su poesía en los clubes junto a poetas beat como Jack
Kerouac y Allen Ginsberg. Al final, después de esa dickensiana infancia, alcanzó la fama y compuso canciones
para varias generaciones de cantantes, desde Frank Sinatra a Madonna.
En 1971
yo no sabía nada de Rod McKuen. Ojeando en las librerías (creo que fue en
Visor) me llamó la atención el librito que antes he mencionado. Fue un libro
fetiche para mí y un grupo de amigos. Creíamos haber descubierto un poeta nuevo
y lo adoptamos como emblema en nuestras reuniones. No todos sus poemas eran
buenos, pero algunos nos emocionaban y, sobre todo, era nuestro poeta, el que
solo nosotros conocíamos. Sin saber que muchos textos eran letras de canciones,
nos atrevimos a improvisar una música para cantarlos. Ahora que ha muerto me doy cuenta de
que, en la distancia, sus versos crearon un vinculo poético que aún conservo. Lean
si quieren el siguiente poema y perdonen que no lo traduzca.
CHANNING WAY, 2
I should have told you
that love is more
than being warm in bed.
More
than individuals seeking an accomplice.
Even more than wanting to share.
I could have said
that love at best is giving what you need to
get.
But it was raining
and we had no place to go
and riding to the street in a cab
I remembered
that words are only necessary after love has
gone.