sábado, 28 de marzo de 2015

Solo ante el peligro

Gary Cooper y Grace Kelly en Solo ante el peligro.

Borges dijo una vez a un entrevistador que la épica solo persistía en las películas del oeste. El periodista insistió: "¿Por qué necesita el hombre la épica?"  El escritor replicó: "Bueno... ¿por qué necesita el hombre el amor?" No sé si todo el mundo, pero yo en mi infancia sí necesitaba la épica. La encontraba en los libros, pero también en aquellos los viejos western de Anthony Mann, casi siempre protagonizados por James Stewart: el pistolero solitario, vengador de alguna causa noble, la pradera, los indios, los cuatreros, la chica... Era una épica inocente, sin duda infantil y sin complicaciones psicológicas, pero nos fascinaba. Se ha escrito que los western revisionistas de Sam Peckinpah rompieron este modelo, pero no fue así. Acabaron desde luego con la inocencia -basta con ver ese plano de Randolph Scott escondiendo el puño de la camisa deshilachado, en Duelo en la alta sierra (1962) -, pero en absoluto con la épica, que está presente en sus dos películas más homéricas, Grupo salvaje (1969) y Pat Garrett and Billy The Kid (1973). No menos épica, aunque no sea un western, es Perros de paja (1971), película en la que se desencadena una venganza terrorífica que escandalizó a los moralistas de la época. (Siempre me llamó la atención el título de este film, y solo recientemente he sabido que proviene de una cita de Lao Tzu: El cielo y la tierra son implacables. Los seres de la creación son para ellos meros perros de paja).

Sin embargo, la película del oeste que en mi opinión encarna mejor estos valores es Solo ante el peligro (1952), dirigida por Fred Zinnemann.  Recuerden el argumento: ante la inminente llegada al pueblo de Hadleyville del forajido Frank Miller y sus secuaces, el sheriff Will Kane busca ayuda entre sus conciudadanos sin encontrarla. Kane no quiere huir, cree que su deber es afrontar la llegada de Miller y es abandonado incluso por su propia esposa. Durante dos horas camina por el pueblo intentando convencer a unos y otros, pero se le cierran todas las puertas. Al final tendrá que luchar a vida o muerte contra cuatro hombres. El sheriff Kane no es un héroe -mucho menos un superhéroe de los que ahora cautivan al público-, es un hombre que siente miedo pero es incapaz de traicionar su sentido del deber, aunque ese deber sea desproporcionado y nadie le obligue a cumplirlo. La conducta de ese hombre, al que de improviso asaltan la soledad y el miedo, es el paradigma de una épica intemporal, desde Ulises hasta nuestros días. La victoria o el fracaso son accesorios.

Es conocida la anécdota de John Wayne a propósito de esta película. Al parecer a Wayne no le pareció verosímil que un sheriff pidiera ayuda, incluso le pareció ofensivo y contrario a los valores patrióticos. Para contrarrestar decidió hacer la película  Río Bravo (1959), dirigida por Howard Hawks, en la que un sheriff, también en apuros, se niega a pedir ayuda para hacer su trabajo. Gracias a la maestría y el humor de Hawks, y también ¿por qué no? a la buena interpretación de John Wayne, Rio Bravo resultó una excelente película y no se la recuerda como una revancha de Solo ante el peligro. Por desgracia hoy en día no se hace este tipo de cine. Son malos tiempos para la épica.

La cita de Lao Tzu está tomada de un libro de John Gray que también se titula Perros de paja.