domingo, 20 de diciembre de 2015

La sinfonía que llegó del frío.

Una escena de Lady Macbeth de Mtsensk.


Dimitri Shostakovich introdujo lo grotesco en la música. Si hay antecedentes son muy raros, Rossini, quizás. ¿Qué es lo grotesco? "Ridículo y extravagante. Irregular, grosero y de mal gusto", dice el diccionario, pero esos adjetivos no concuerdan con la música de este compositor. Esperpéntico, se aproxima más. Lo que está etiquetado como grotesco en la música de Shostakovich, a mí me suena a música de circo. Por tanto no me resulta grosero y de mal gusto, sino jubiloso, chocante y un poco infantil, como es el circo. Hay cosas de Stravinsky que también suenan así. Esos pasajes grotesco-circenses, en una primera audición, parecen banalizar la seriedad que se espera de una sinfonía. Pero al compositor eso le traía sin cuidado. En su Sinfonía Nº 7, que en teoría es una conmemoración de la cruenta batalla de Leningrado que enfrentó a rusos y nazis, tuvo el valor de introducir, en el primer movimiento, una melopea grotesca que se repite 12 veces (dura unos 10 minutos) y que tiene poco de heroico o sentimental. Este ostinato es, además, un pastiche que mezcla temas de La viuda alegre, de Franz Lehar y de su ópera Lady Macbeth del distrito de Mtsensk. De esta última obra vamos a hablar en esta entrada.

Lady Macbeth de Mtsensk se estrenó en 1934. Está basada en una antigua novela (1865) de Nikolái Leskov, un autor discreto.  Katerina Ismailova es una joven obligada a casarse con un comerciante al que no ama. Katerina inicia una relación apasionada con un criado y, para mantener esta pasión, cometerá asesinatos y terminará suicidándose. Los biógrafos de  Shostakovich piensan que eligió este  tema escabroso para reflejar la dura vida del campesinado en la época zarista, aunque el músico fue siempre muy hermético en sus explicaciones. En realidad esta obra era un experimento musical, en el que se mezclaban disonancias extremas, partes muy líricas y música de origen folclórico. Pero Shostakovich hizo algo más: integró el sexo en la música. De este modo, tanto la orquesta como las voces describen los encuentros sexuales de los amantes con gritos y sonidos descriptivos. En 1935 el diario New York Sun calificaba de pornográfica esta ópera.

Pese a todo, Lady Macbeth llevaba dos años representándose con gran éxito de público y crítica en Leningrado y Moscú, siendo muy elogiada por la vanguardia intelectual rusa. El 28 de enero de 1936 Shostakovich, que estaba de paso en Moscú, fue avisado para que acudiera al Teatro Bolshoi, donde se representaba su ópera, ya que el camarada Stalin asistía a la representación, y el mandatario tenía por costumbre invitar al autor a su palco en uno de los entreactos. Transcurrió la ópera sin que el compositor fuera llamado y testigos presenciales afirmaron que, en el palco presidencial, Stalin y sus acompañantes, Molotov y Micoyan, no pararon de reírse y gesticular. Al abandonar el teatro Stalin le dijo al crítico musical de Isvestia: "Esto es una estupidez, no es música".

En la siguiente edición del diario Pravda apareció un artículo que se convertiría en histórico: Caos por música - A propósito de la ópera Lady Macbeth de Mtsensk. El ataque a la obra era demoledor: "El público se encuentra desde el principio invadido por una ola se sonidos intencionadamente disonantes y caóticos (...) Esta música está compuesta para negar la ópera, para oponerse -como todo el arte de "izquierda"- a la sencillez y al realismo". Sorprendente. El partido comunista ruso criticaba a "la izquierda". Y proseguía: "La música grazna, gime y jadea para describir las escenas amorosas (...) en un estilo groseramente naturalista (...) exaltación de la lubricidad". Más sorpresas, el realismo socialista revelaba un inesperado puritanismo.

Las consecuencias fueron inmediatas: "Lady Macbeth de Mtsensk" fue retirada de los teatros, las asociaciones musicales acusaron a Shostakovich de formalista y antipatriótico, y amigos y familiares del compositor fueron encarcelados, deportados y algunos ejecutados. El compositor se sumió en una profunda depresión y, como recordaba el violinista David Oistraj, se acostaba vestido esperando una inminente detención. En ese clima de terror Shostakovich encontró la fuerza necesaria para seguir componiendo. Le confesó a un amigo: "Si me cortan las manos, sostendré la pluma con los dientes y seguiré escribiendo música". Y se dedicó a terminar su Cuarta sinfonía. ¿Por qué no fue detenido Shostakovich? La respuesta no es clara. Krzysztof Meyer, uno de sus biógrafos, lo atribuye a la volubilidad de los tiranos. Stalin podía un día ejecutar a veinte personas y al día siguiente sentirse magnánimo y perdonar.

Estaba previsto que la Cuarta sinfonía se estrenara a finales de 1936. Es una obra colosal, que necesita dos orquestas sinfónicas normales, y es más extensa que una sinfonía normal. Es totalmente mahleriana con pasajes de música atonal. Esta obra no se llegó a estrenar. Shostakovich suspendió los ensayos y guardó la partitura en un cajón. Como de costumbre el músico no dio demasiadas explicaciones. ¿Tuvo miedo de que se repitiera el escándalo de "Lady Macbeth? Es posible. Pero personas cercanas al compositor sostienen que Shostakovich pensó que el mundo aún no estaba preparado para valorar debidamente su música. Prueba de ello es que mantuvo el número de orden de la composición y su siguiente sinfonía fue la número cinco. Esta obra, la Quinta, que se estrenó un año después, pasa por ser una música más conservadora que la Cuarta. En la partitura hay un incipit: "Respuesta creativa de un artista soviético a una crítica justa". De esta manera, todos contentos: público, colegas músicos, críticos musicales y gerifaltes del Kremlin. 

¿Se arrepintió realmente Shostakovich, reconoció haber escrito "música degenerada?". No es probable. Solo intentó sobrevivir. Prueba de ello es que si uno escucha y compara ahora los primeros compases de la Cuarta y de la Quinta sinfonías, no hallará diferencias sustanciales en sus texturas ni en la dificultad de escucha. Uno escucha lo que quiere oír, y si le dicen que es una música fácil la escucha con facilidad. Shostakovich siempre compuso la música que quería componer, aunque en la época en que le tocó vivir tuviera que adaptarse a la fuerza del viento. Quién no lo hubiera hecho.

La Cuarta sinfonía se estrenó en Moscú  24 años después, en 1961, cuando ya había muerto Stalin.  








jueves, 10 de diciembre de 2015

El silencio

Lake Keitele. Akseli Gallen-Kallela (1905)

En 1930, el compositor finlandés Jean Sibelius está en la cúspide de la fama y su música es reconocida en todo el mundo. Ha compuesto ya siete sinfonías y sus seguidores esperan con ansiedad la Octava, que habrá de ser su obra maestra definitiva. Con este propósito, el compositor se recluye en Ainola, la casa que se ha hecho construir a 40 kilómetros de Helsinki. Nunca llegó a escribir la Octava sinfonía, o si lo hizo, no quiso mostrarla al mundo. Durante más de treinta años permaneció en silencio recluido en Ainola, paseando por los bosques y viendo pasar las grullas. Su última gran obra orquestal fue Tapiola, un poema sinfónico inspirado en las grandes extensiones boscosas donde reina Tapio, el dios del Kalevala.



Sibelius fue un héroe nacional, el paradigma del nacionalismo finlandés, y como tal se le sigue venerando. Sin embargo, el compositor, aunque aceptó el papel que se le había asignado, nunca tuvo un autentico fervor nacionalista, como lo tuvieron Dvorak o Grieg. Como Brahms, sentía la música como algo más abstracto y se consideraba a sí mismo heredero de la gran tradición sinfónica centro europea. De hecho Sibelius hablaba y escribía habitualmente en sueco, el finlandés era solo su segunda lengua. Es cierto que sus poemas sinfónicos se basan fundamentalmente en motivos folclóricos o paisajísticos, pero sus siete sinfonías son profundamente introspectivas, más de lo que fueron las de sus contemporáneos Gustav Mahler y Richard Strauss, y en ellas solo se encuentran de manera ocasional alusiones a la naturaleza.

Entre 1889 y 1891 perfeccionó su formación musical en Berlín y Viena. Conoció a Arnold Schonberg y estudió su música, pero la revolución atonal no le convenció: él quería cambiar las grandes estructuras sinfónicas respetando la tonalidad. Solo en su Cuarta sinfonía es detectable la influencia de la Segunda Escuela de Viena. Esta postura fue criticada por el impertinente Theodore Adorno que descalificó públicamente a Sibelius: "Su música es un anacronismo, una expresión aletargada y romanticona de la música tonal, un espejismo del nacionalismo desubicado". En Inglaterra y Estados Unidos, por el contrario, el sinfonismo del finlandés fue apreciado de inmediato. El director Constant Lambert comparó la orquestación de Sibelius con el uso del color por parte de Cézanne en sus paisajes.

De regreso a Finlandia, Sibelius fue asiduo de las veladas del hotel Kämp de Helsinki, donde se bebía con exceso y se hablaba de la muerte. El pintor Akseli Gallen-Kallela inmortalizó una de aquellas reuniones en su cuadro Symposion, donde se reconoce a Sibelius y a su gran amigo Robert Kajanus, también compositor y director de orquesta. 


Symposion. Akseli Gallen-Kallela. (1894)

En 1908 Sibelius fue operado de un posible cáncer de garganta lo que le obligó a dejar el alcohol. Junto con su mujer, Aino, se retiró a Ainola (Aino-la, el lugar de Aino), la casa que poseía cerca del lago Tuusula, 45 kilómetros al norte de Helsinki. Allí siguió componiendo con éxito, hasta que llegó el gran silencio. Expertos y biógrafos se preguntan a menudo si, en algún momento, existió la Octava sinfonía de Sibelius y si se identificará algún día entre los manuscritos que se conservan del compositor. Es poco probable, en la década de 1940 el músico quemó todas sus partituras. "Hubo un gran auto de fe en Ainola", relató Aino. "Mi marido recogió varios manuscritos en un cesto de la ropa y los quemó en la chimenea del comedor.(...) Yo no tenía fuerza para estar presente y salí de la habitación. Por tanto, no sé lo que arrojó a la hoguera. Pero después de esto mi marido se quedó más tranquilo y poco a poco mejoró su estado de ánimo". La chimenea en que quemó sus partituras, estaba hecha en la fábrica de ladrillos de la zona, con un acabado de color verde brillante. Para Sibelius el verde siempre fue Fa mayor y el amarillo Re mayor.


Jean Sibelius con su familia junto a la chimenea donde quemó sus partituras. 

Se han invocado muchas razones para explicar el silencio prolongado de Jean Sibelius: el cáncer, el alcoholismo, la competencia con la música de vanguardia o simplemente porque su inspiración se había extinguido. Esta última razón es para muchos la explicación más probable. Pero el silencio atenazó también a otros artistas: Rossini mantuvo 40 años de silencio y Herman Melville dejó de escribir a los 34 años. En la misma época en que Sibelius se sumía en el ostracismo, Dashiell Hammet reconocía que era incapaz de escribir, que la inspiración le había abandonado. También se silenció Arthur Rimbaud después de escribir "Les Illuminations". Dejó dicho: "El arte, igual que la poesía, sólo puede ser el origen de la fatalidad porque nos engaña hacia una meta imposible". La hipótesis del musicólogo francés Francis Bayer es más poética: "A Sibelius le había abrumado la contemplación de la naturaleza, se había sentido en inferioridad creativa frente a su concepción panteísta, animista del mundo. Y entendió que el silencio era la única actitud posible del hombre entre el agua pura y la divinidad de los bosques".

En su cuento "El silencio", el novelista británico Julian Barnes, sin nombrar a Sibelius, indaga las razones del silencio de un músico. Su innominado compositor, confiesa:"La música comienza donde las palabras acaban. ¿Qué ocurre cuando la música cesa? El silencio. Todas las demás artes aspiran a la condición de la música. ¿A qué aspira la música? Al silencio."

Una mañana de septiembre de 1957, al regresar el compositor de su paseo diario por los bosques, le dijo a su mujer que había visto una bandada de grullas, y que una de ellas había abandonado la formación y había volado en círculos sobre Ainola. Dos días después Sibelius fallecía de una hemorragia cerebral.