domingo, 16 de noviembre de 2014

Cervecita


Que me lo expliquen

De mis amigos brasileños
Javier Marías vuelve a quejarse en su artículo de hoy de las descargas ilegales de libros y se lamenta de que mucha gente piense que la cultura debe ser gratuita. También Cesar Antonio Molina (el que no tenía glamour, ¿recuerdan?) se apunta a esta guerra y se enfada porque los escritores de prestigio venden poco (¿él?). Ya he expuesto aquí mi opinión sobre la ilegalidad de las descargas gratuitas, pero voy a hacer alguna matización. Consideren esta secuencia: En un determinado momento la gente descubre en Internet la posibilidad de descargar películas, series de televisión, discos y libros sin que le cueste un euro. Un porcentaje de usuarios, digamos un 25%, tiene escrúpulos morales y rechaza la gratuidad; el resto dice que "verdes las han segado" y atiborra sus discos duros con productos pirateados. ¿Cómo es posible que ocurra esto, si tiene toda la pinta de ser un atentado contra la propiedad intelectual?, se preguntan algunos. Es que en Internet hay un vacío legal, contestan los enterados. Y uno piensa: bueno, si sobre esta materia no hay ley, los legisladores harán una dentro de poco. Veamos lo que ocurrió en España y en otros países.

El 27 de noviembre de 2009, el gobierno Zapatero presentó como iniciativa legislativa la LES (Ley de Economía Sostenible), cuya disposición final cuadragésimo tercera era la famosa Ley Sinde, relativa a la regulación de webs y la protección de la propiedad intelectual. Sin embargo, por causas desconocidas, fue eliminada del proyecto de ley en el debate parlamentario. Aunque fue recuperada en el Senado, con ayuda del PP y CIU, y finalmente aprobada en el Congreso en febrero de 2011, el gobierno de Zapatero no llegó nunca  a aprobar el reglamento de esta ley por falta de consenso entre sus miembros (?). Tuvo que ser el siguiente ejecutivo, tres años después, con el inefable ministro Wert a la cabeza, el que de manera definitiva pusiera en marcha la Ley Sinde en febrero de 2012. Un mes antes se había producido una conmoción mundial por el cierre de Megaupload por parte del FBI.

¿Han llenado el vacío legal estas medidas? En nuestro país, que sepamos, lo único que ha hecho la Ley Sinde ha sido cerrar Series Yonkis, la cual, diez días después, ha reaparecido con otro nombre sin que nadie haya importunado a los responsables. Por su parte Kim Dotcom, el dueño de Megaupload, estrenó sin problemas, un año después, el estupendo servidor Mega con más de lo mismo. Por su parte, las webs que ofrecen enlaces de descarga de música y libros ni siquiera han sido apercibidas, al menos las que yo frecuento. Sí he observado lo siguiente: los libros que puede uno bajarse de estas páginas tienen, por lo común, dos años o más de antigüedad y por lo tanto, salvo que sean éxitos de ventas, ya no están en las librerías. Pero estas webs, una o dos veces por semana ofrecen un libro muy reciente. ("Así empieza lo malo", la última novela de Javier Marías, estaba en la red tres días después de su publicación). Y, curiosamente, la novedad suele ser la misma en todas las webs. Es fácil sospechar que esos libros tan nuevos no los sube un particular, sino las propias editoriales como un mecanismo de publicidad encubierta. Si los autores están al tanto o no de la maniobra, lo ignoro, pero mi admirado Javier Marías y los demás deben asumir que no son solo los descargadores ilegales los que lesionan su propiedad intelectual y menoscaban sus ganancias. En cuanto a todo lo demás, uno tiene la impresión de que reina la hipocresía más descarada. Nadie, ningún gobierno, tiene verdadera intención de acabar con la piratería en Internet. Véase si no el calvario de la Ley Sinde y sus pobres resultados, o la intervención simbólica del FBI en contadas ocasiones.

En la película Casablanca, cuando el capitán Renault, por orden del mayor Strasser, cierra el café de Rick, éste pregunta a su amigo por qué lo hace. Renault, con expresión severa, exclama: "¡Qué escándalo, qué escándalo, en este café se juega!" En ese momento un camarero se acerca al policía y dice: "Capitán Renault, sus ganancias".

Fuente: Wikipedia