miércoles, 10 de septiembre de 2014

Acera


Las series

¿Hay literatura en las series de televisión? Esta pregunta la hace El País a sus lectores y les anima a contestar. Yo quiero comentar algo sobre las series, así que intento dar mi opinión. Pero me entero de que, como máximo, se pueden escribir 200 palabras, y como no me gusta que me limiten, me olvido de El País y escribo en mi blog. Para empezar la pregunta es idiota o está mal formulada.  Yo preguntaría: ¿Hay cine en las series de televisión? Esto tiene más sentido, así que me contestaré a mí mismo.
Una cuestión previa. ¿Cuánta gente va al cine en estos días? No lo sé con exactitud, pero mucha menos gente que antes: las grandes salas han desaparecido y las películas de estreno duran un suspiro en cartel. ¿Por qué? Porque los televisores de alta definición y los equipos home cinema ofrecen una imagen y sonido perfectos, y las cadenas televisivas ofrecen los nuevos films con un mínimo retraso con respecto a las salas comerciales; y además Internet nos brinda  una amplia variedad de cine on line. Y todo esto sin salir de casa. De modo que al cine -con la excepción de cinéfilos recalcitrantes- debe ir de forma mayoritaria la gente joven, que, igual que ocurría en mi época, le gusta salir y alejarse lo más posible de los ambientes hogareños. Por otra parte, ahora lo importante no parece ser la calidad de la película, sino las dimensiones del tanque de palomitas.
Las series televisivas se han convertido en una poderosa alternativa al cine en el ámbito familiar. Pero ¿qué son las series? ¿Larguísimas películas de 15-20 horas de duración, exhibidas por entregas como los folletines decimonónicos, o son películas cortas, de 45 minutos, a razón de 20-24 por temporada? Más bien lo segundo, salvo honrosas excepciones, porque lo normal es que en cada episodio de la serie cambien los guionistas y el director, y de esta manera sea imposible mantener una coherencia continuada, tanto argumental como cinematográfica. Así, uno descubre que el bondadoso personaje de los tres primeros episodios, se convierte en repulsivo en la cuarta entrega, para retornar a su primitiva bondad, o a estados intermedios, en sucesivos capítulos. Podríamos citar como honrosa excepción moderna la serie "Breaking bad", coherente hasta el final y con mínimos altibajos, y entre las antiguas, "Retorno a Brideshead" y "Yo Claudio" por ejemplo. En estas series hay auténtico cine, o literatura, como quiere El País. Por eso las miniseries inglesas, aunque no tan mediáticas como las americanas, se aproximan más al cine y poseen una indudable calidad. Vean si no las casi olvidadas "Tipping the Velvet" y "Fingersmith", basadas en las novelas de Sarah Waters.

Esas otras series de mayor difusión, como "Anatomía de Grey", "Bones" o "CSI", son en efecto deshilvanadas e incoherentes y guardan poca relación con el buen cine, pero tienen una inestimable cualidad sofronizadora. Son perfectas para que usted, después de un día de intenso trabajo y conflictos en la oficina y en casa, se deje caer en su butaca/sofá, se tome una copa (opcional) y permita que el inane episodio de turno le limpie el cerebro de miasmas.