domingo, 22 de junio de 2014

Pueblos


Lo que leemos

Hay una expectación especial cuando abrimos un libro y comenzamos  su lectura sin saber lo que nos espera, sin conocer si el libro ha tenido buenas o malas críticas y sin que nadie, un amigo, un familiar, nos haya recomendado leerlo. En ocasiones uno se guía por el nombre del autor, porque antes ha disfrutado con sus escritos previos, pero otras veces, ante un escritor desconocido, uno se arriesga a empezar la lectura atraído por la portada o por el breve resumen que precede al texto o, quizá, por una intuición especial que no se sabe de dónde viene, pero nos invita a seguir leyendo. Comenzamos el libro con la máxima atención esperando que en pocas páginas su contenido nos atrape, lo que no siempre sucede, aunque a veces basta con la primera línea: "Desde la puerta de La Crónica Santiago mira la avenida Tacna, sin amor:", "Anoche soñé que había vuelto a Manderley". Y una vez que se establece ese lazo invisible, nuestra conciencia se abandona al curso del relato dejando que sea nuestro inconsciente quien se apropie de la belleza de la prosa, de la música de las palabras, de ese motivo secreto que siempre se esconde detrás de la escritura. Entonces uno ya lee como si estuviera dentro del libro, igual que oímos hipnotizados una sinfonía o nos extasiamos ante un paisaje.


Y nos da lo mismo que lo leído sea una novela, un ensayo, un poema o un artículo periodístico, porque no es la extensión lo que cuenta. Esto me ha ocurrido ayer con un artículo de Antonio Muñoz Molina (Una historia antigua. El País. Babelia. 21/6/14). Muñoz Molina ha escrito un artículo que podría haber sido una novela o, tal vez, ha escrito una novela en el corto espacio de un artículo. Nunca se sabe si es mejor alargar o recortar lo que se escribe. Es más, pienso que es la misma historia quien decide la extensión que precisa para ser contada. Jorge Luis Borges escribía argumentos o resúmenes de novelas, quizá porque pensaba que desarrollar esos esquemas era una pérdida de tiempo. Sea como fuere, en esos cortos escritos de Borges hay una insuperable aventura literaria. Puedo decir lo mismo del artículo de Muñoz Molina y, aunque haya imaginado la novela que podría haber sido (o pudiera ser en un futuro), lo he leído como si leyera un pequeño libro que luego he guardado entre mis favoritos.