Alphonse Mucha, 1889
La literatura erótica es tan antigua como la
escritura y su popularidad va por ciclos, como casi cualquier otra cosa en la
historia de la humanidad. Ahora, la literatura que se vende mejor, los Best Sellers, se concentra de nuevo en
los relatos de alto contenido sexual. No hace falta que les diga que hay dos
formas de utilizar el sexo en una novela: como objetivo y como referencia. Si
las descripciones sexuales son solo referencias, más o menos explícitas, y se
utilizan para matizar o enfatizar el comportamiento de los personajes, no se
puede hablar de literatura erótica. Dos novelas de este estilo serían, por
ejemplo, El amante de Lady Chatterley, de D. H. Lawrence, y Lolita, de Nabokov. Cuando el sexo es el
objetivo, es decir, cuando la trama de una novela se basa exclusivamente en lo
erótico, como ocurre con la moda actual, el nivel literario decae.
No digo que este género no tenga una utilidad
emocional momentánea o incluso de iniciación para adolescentes, pero se agota
en si mismo, porque los actos que constituyen el retozo carnal, por mucha
imaginación que se ponga, son necesariamente limitados. Y si estos actos
practicados "en vivo" son eternos y saludables, leídos conducen al
hastío, ya que cada nuevo libro contiene casi idénticas descripciones que el
anterior. No obstante, aunque sea por ciclos, estos libros triunfan y se venden
como rosquillas, así que a lo mejor se me escapa algo.