miércoles, 29 de octubre de 2014
Los Bárbaros
Pensando en Podemos me he acordado del poema de Cavafis:
¿Qué esperamos
congregados en el foro?
Es a los bárbaros que
hoy llegan.
¿Por qué esta inacción
en el Senado?¿Por qué están ahí sentados sin legislar los senadores?
Porque hoy llegarán
los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer
los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.
......
No me digan que no es profético. Una cosa muy notable es que
los comentaristas políticos parecen conocer las intenciones de Podemos mejor
que sus propios inventores. Comentarios a menudo contradictorios, claro, porque
dependen de cómo le sople el viento político al comentarista. Servidor de
ustedes se limita, en la medida de lo posible, a analizar lo que dicen los
militantes de Podemos. Hace unos días se me encendió una luz roja al leer un
artículo periodístico de dos de sus dirigentes. Dicen
Monedero y Montero: "Hemos venido a moralizar la vida
pública, democratizar el poder y recuperar la felicidad". No lo puedo remediar, cuando me
hablan así pienso que me están vendiendo uno de aquellos brebajes curalotodo
que ofrecían los charlatanes a la gente sencilla.
La palabra
democracia se usa en el mundo occidental como una panacea para casi todo. No
hay partido político, sea cual sea su ideología, que no utilice el concepto de
democracia como ingrediente mágico en sus programas electorales, y el mejor
dardo que pueden arrojar al adversario es acusarlo de antidemocrático. La paradoja es que esa democracia que nos
parece inexcusable como forma de gobierno está ausente en los otros estratos de
nuestra sociedad. Vivimos en una sociedad por completo jerárquica y, aunque
haya excepciones, todo lo que hacemos se fundamenta en estructuras
jerarquizadas: el mundo laboral, el mundo académico, la familia, la justicia,
la información, el comercio, las fuerzas de seguridad, el ejército y por
supuesto la Iglesia (con la curiosa excepción de la elección del Papa que, a su
modo, es democrática). Se podría pensar que en el arte no hay jerarquías, pero
también los artistas están sometidos a los vaivenes de la oferta y la demanda.
Este mundo es jerárquico porque nos agrupamos de manera tribal como mejor medio
de defendernos, y esto ha ocurrido desde la noche de los tiempos y está impreso
en nuestros genes (no en los "memes", ese concepto absurdo e
inexistente que está tan de moda). Así que, ustedes perdonen, pero la humanidad
no es democrática. Para cambiar este estado de cosas surgieron los movimientos
anarquistas y asamblearios, pero la historia ha demostrado que estos sistemas
solo pueden funcionar en comunidades pequeñas y de ninguna manera en la
organización disciplinaria de un partido político. Querámoslo o no nuestra
sociedad necesita tener líderes que ocupen el vértice de la pirámide
jerárquica, un lugar donde la democracia brilla por su ausencia.
A la democracia se le han
atribuido distintos significados a lo largo de la historia y aun hoy se
interpreta de manera diversa en función de lo que se quiera conseguir ondeando
su bandera. Se suele señalar -con una visión un tanto superficial del asunto-
como modélica la democracia ateniense, ya que fue en Atenas donde nació este
sistema político. Pero lo que hoy se entiende por democracia tiene poco que ver
con lo que hacían los antiguos griegos. La asamblea estaba compuesta por todos
los ciudadanos varones de Atenas, la selección de representantes se hacía por
sorteo (un método que quiere resucitar ahora el economista francés Étienne
Chouard ) y las decisiones se tomaban por mayoría. Sin embargo no era una
democracia total, dado que las mujeres, los esclavos y los extranjeros no
tenían derecho a voto, de modo que los problemas se dirimían entre unos pocos,
de forma más asamblearia que representativa. Eso sí, si un dirigente se
extralimitaba en su poder, se le destituía sin contemplaciones y se le
castigaba con el exilio o la muerte. Los romanos, más pragmáticos,
experimentaron todas las formas de gobierno conocidas, desde la república a la
monarquía absoluta, pasando por la dictadura y el triunvirato (una directiva de
tres es lo que reclama uno de los dirigentes de Podemos). Pero Roma tampoco
creía en la igualdad de todos sus ciudadanos; sus cambios de sistema de
gobierno no estaban motivados por ideales abstractos, sino por las necesidades
políticas, económicas o territoriales que surgían en un momento dado.
Suele decirse que la democracia
moderna nació en el período de la Ilustración como una forma de enfrentarse al
absolutismo político. Me temo que más que un enfrentamiento real fue un
compromiso entre la debilitada oligarquía y la creciente burguesía. El poder
siempre ha pactado para superar los momentos de crisis o incertidumbre,
confiando en que una vez instalados los parias en el poder olvidarían con
rapidez los ideales de libertad, igualdad y fraternidad, tan ilusionantes desde
la pobreza, para disfrutar de las prebendas recién adquiridas. El propio
vizconde de Tocqueville, tan manoseado por los políticos actuales, que fue un
adalid de la democracia después de la Revolución Francesa, advertía que
"la voluntad de la nación" es una de las expresiones que más
profusamente han sido objeto de abusos por parte del astuto despótico de cada
época; también que "la democracia puede ser la base tanto de la libertad
como del despotismo"; y una frase demoledora: "En política, compartir
los odios es la base de la amistad". Su coetáneo Benjamin Constant
afirmaba: " Han entregado el poder a la sociedad en su conjunto. Y de la
sociedad en general ha pasado necesariamente a la mayoría, y de la mayoría a
las manos de unos pocos y a menudo de uno solo. Y de este modo se han producido
los mismos males que antes." No puede decirse que estas reflexiones hayan
perdido vigencia.
Por tanto, identificar
democracia y perfección como pretenden los políticos, sean viejos o recién
llegados, -y como creímos muchos de mi
generación cuando murió el dictador-, es una falacia. Pero si asumimos su
imperfección, los ideales que impulsan la democracia son defendibles. Ninguna
revolución alcanza por completo sus objetivos; pero siempre deja su marca en la
sociedad.
El poema de
Cavafis termina así:
¿Por qué empieza de
pronto este desconcierto
y confusión? (¡Qué
graves se han vuelto los rostros!)
¿Por qué calles y
plazas aprisa se vacían
y todos vuelven a casa
compungidos?
Porque se hizo de
noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de
las fronteras
y contado que los
bárbaros no existen.
¿Y qué va a ser de
nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y
al cabo, era una solución.
domingo, 12 de octubre de 2014
Palabra de Consejero
Me parece populista, y por tanto
superficial, hablar de "la casta" en un sentido peyorativo. Es una
simplificación tan inconsistente como otras del lenguaje coloquial -llamar
fascista a todo el que no es de izquierdas o rojo al que lo es-, pero útil para
englobar en una sola palabra todo lo que se pretende deshonesto o ineficaz. Al
fin y al cabo la casta es solo un sistema de estratificación social que a
priori no es necesariamente perverso, y tildar de "casta", con
comillas, a quienes se dedican con mejor o peor fortuna a la política es
erróneo, ya que a esta dedicación se accede desde diferentes estratos de la
sociedad. Item más cuando quienes denigran "la casta" son ya, o están
a punto de serlo, miembros por derecho de ella, a menos que en su ejercicio de
la política rechacen denominarse políticos -que sería lo correcto según la RAE-
y se otorguen otras denominaciones exóticas para que nadie piense que son, al
propio tiempo, detractores e integrantes de "la casta".
Así las cosas, el doctor
Francisco Rodríguez, Consejero de Sanidad de la Comunidad de Madrid, ha
declarado, a propósito de la crisis del Ébola, que si tiene que dimitir,
dimite, porque él llegó a la política "comido" y "con la vida
resuelta". Lo cual, mutatis mutandis,
equivale a reconocer que otros colegas suyos, que no hayan comido ni resuelto
su vida, acceden a la política solo para forrarse, como diría Forges, lo que, a
estas alturas, tampoco es una novedad. Pero no recojo aquí estas declaraciones,
arrogantes y horteras, porque el señor Rodríguez sea un político, es decir, un
miembro de "la casta", ni porque se ponga en evidencia, una vez más,
la tremenda ineptitud de algunas personas para el cargo que son designados,
sino porque este sujeto pertenece además a otra casta, o digamos a otra
profesión, que, por desgracia, es también la mía.
Las denuncias a políticos y la
divulgación de sus maldades se han hecho tan vastas y cotidianas que poco a
poco van perdiendo eficacia. La gente ya casi ni se inmuta ante el escándalo
nuevo de cada día, y el caparazón con el que se reviste el político frente a
quien le acusa es cada vez más rocoso. Pero no crean que mi disgusto porque
estas sandeces las haya pronunciado un médico tiene algo de corporativo. En la
Medicina, como en cualquier otra profesión, hay de todo, y nadie más incómodo
que yo con ese halo reverencial que a veces nos atribuyen los pacientes. Estoy
pensando que el lenguaraz Consejero es Jefe de la Unidad de Hipertensión del
Hospital Gregorio Marañón, un Centro donde trabajan excelentes profesionales.
Solo espero que la larga trayectoria política del susodicho le haya mantenido
alejado de la actividad asistencial, porque si no es así y sus criterios
médicos se asemejan a sus impresentables criterios políticos, habría que
recomendar a sus pacientes hipertensos que huyeran como alma que lleva el
diablo.
sábado, 11 de octubre de 2014
La voz solar (2)
Dijeron sus detractores que Giuseppe
Di Stefano cantaba con la voz abierta en el registro agudo, lo que afeaba el
sonido y perjudicaba la voz del cantante; sin embargo el siciliano llenaba los
teatros y entusiasmaba a multitudes. Dijeron los musicólogos que la dinámica de
su canto no era fruto del análisis musical sino a menudo un ejercicio de
hedonismo y seducción; pero nadie echaba en falta esos requisitos técnicos ante
la cautivadora sensualidad de su voz. Dijeron los críticos que perjudicó y
acortó la vida de su voz cuando incorporó el verismo a su repertorio; pero su
inigualable fraseo y la belleza de su "timbre luciferino" (Celletti)
le mantuvieron en el escenario durante treinta años. Di Stefano debutó en el
Met con la ópera Fausto, de Gounod. En el aria Salut! demeure chaste et pure atacó en forte el do de pecho (do4) y luego atenuó la voz hasta un pianissimo sobrenatural. Sir Rudolf Bing
dijo en sus memorias que fue el más bello sonido emitido por una garganta
humana que había oído en sus muchos años como manager general del Metropolitan
Opera House. Sin embargo el director de orquesta Leone Magiera dejó dicho que la
voz de Di Stefano era imperfecta porque, en contra de la técnica ortodoxa, cantaba
demasiado abierto por encima del passaggio.
No podemos evitarlo, nos encanta
erigirnos en jueces y decirle a la gente cómo tiene que hacer lo que hace. Lo
hacemos todos, pero de un modo más profesional y dogmático lo hacen los
críticos, verdaderos expertos en decirle a los artistas cómo deben ejercer su
talento. Hace años yo compraba y leía con fruición las publicaciones mensuales
dedicadas a la música clásica, sobre todo las revistas Ritmo y Scherzo, que
incluían una amplia sección de crítica discográfica. Aún lo hago de vez en
cuando. Estas dos revistas tenían en algunos temas criterios discrepantes que
siempre me sorprendieron. Por ejemplo, ninguna ponía en duda que Daniel
Barenboim era un pianista genial, pero en su faceta como director de orquesta
Scherzo oponía reparos; por el contrario para Ritmo el argentino era excelso en
ambos cometidos. Curiosamente ambas revistas coincidían en calificar el estilo del famoso director Herbert von Karajan como ampuloso, manierista y superficial; no obstante
reconocían que la referencia discográfica insuperable de la ópera La Bohéme era la
firmada por este director.
Uno podría preguntarse si en la música
-o en la vida en general- es preferible no desbordar lo establecido y ajustarse
a una supuesta perfección, o por el contrario dar rienda suelta a la inspiración,
a esa vibrante espontaneidad que nos arrebata aunque esté llena de defectos. En
1975 un jovencísimo Josep Carreras visitó a Giuseppe Di Stefano con motivo de
su debut en La Scala de Milan con la ópera de Verdi Un ballo in maschera. Carreras le confesó su preocupación, ya que
había una nota que no conseguía emitir de la manera adecuada. Di Stefano meditó
un momento y luego sonrió: "No tienes que preocuparte. ¿Sabes por qué?
Porque esa nota nunca sale bien". El viejo maestro no quiso darle un frio
consejo técnico al joven discípulo. Prefirió infundirle confianza y dejar que
fluyera libremente su espontaneidad.
Les propongo ahora ver y oír tres
vídeos. El primero, de 1944, es posiblemente la primera grabación de Di
Stefano, en la que interpreta Una furtiva
lagrima con una voz fresca y juvenil. No se distraigan con los crujidos y
ruidos parásitos de la grabación, propios de los discos de 78 rpm. El segundo
vídeo es de 1950 y proviene de un recital en la Ópera de San Francisco.
Giuseppe canta el aria de Fausto que fascinó a Rudolf Bing en el Met y
ejecuta-suponemos- un diminuendo
similar. Si el aria les resulta un poco larga, vayan directamente al minuto 4,
45. El tercer vídeo es de 1974, el año en que se retiró. Juzguen ustedes mismos
si la voz de Giuseppe Di Stefano, obviamente avejentada, había perdido un ápice
de su belleza.
viernes, 3 de octubre de 2014
Comentario
Les aseguro que de lo que más me
gusta hablar aquí es de cantantes famosos, como ayer, o de pintores, escritores,
científicos, en fin, de gente que contribuye a la cultura y a la solidaridad, a
la que admiro o he admirado en algún momento; y también, a veces, de personas
con las que discrepo, siempre con respeto y sin acritud, aunque si se trata de
políticos (no todos) ese elemental respeto sea más difícil de mantener. Uno lee
la prensa y raro es el día que no encuentra algo irritante, o curioso, o
amenazador, que procura soslayar, en la medida de lo posible, por su propia
estabilidad mental, en primer lugar, y porque nos importa un bledo que metan en
la cárcel a la Pantoja o hayan descubierto la corruptela de cada día. Pero lo
que ha dicho hoy la presidenta del Círculo de Empresarios, Mónica Oriol, le
revuelve a uno las tripas, en sentido literal, y aunque una réplica contundente
a esta señora (?) debería tener una mayor difusión -un twit, una condena en
Facebook, una carta al director, etc- y no la que tiene un blog tan minoritario
como este, me van a perdonar que exprese lo que me sugiere esta noticia.
Frases que ha dicho ahora la
Oriol (si decimos la Pantoja, por qué no vamos a decir la Oriol): "Prefiero contratar a una mujer de
más de 45 o de menos de 25 años para evitar "el problema" de que se
quede embarazada". "El
sacrificio [de la mujer] para llegar a un puesto directivo tiene un precio: o
te casas con un funcionario o tienes un marido al que le encantan los niños".
Frases que dijo en un momento
anterior a propósito del salario mínimo: "Te
obligan a pagar un sueldo a estos jóvenes aunque no valgan nada".
"Hay que darles un dinero que no producen. "Es necesario dar a gente
desigual un trato desigual, de manera que el SMI solo se aplique a los
trabajadores con una cierta formación. Así, no se aplicaría el salario mínimo
hasta que no produzcan lo que cuestan".
No aplicaré a la Oriol los
adjetivos que le vienen a uno a la mente -se los pueden imaginar- y que a buen
seguro menudearán en las redes y en la prensa escrita. Solo diré que es
infrecuente encontrar a alguien que destile una estulticia tan sofisticada, una
ignorancia de lo solidario tan asombrosa y un funcionamiento neuronal tan
atrabiliario que se podría situar, en la escala evolutiva, por detrás de los
grandes simios. Un castizo daría una explicación más mundana: Esta señora no ha
tenido muchos coitos satisfactorios.
No renuncio a contar aquí el
comentario de Susanna Griso en Antena 3. Informó primero que Miriam Clegg, la
esposa del viceprimer ministro británico, Nick Clegg, vallisoletana de
procedencia, pedía la palabra en una conferencia de su marido y dejaba atónito
al personal con su intervención: "Esos
hombres que tratan a las mujeres como iguales son los que más cojones tienen
[the ones with most cojones]". A
continuación Susanna Griso dijo, refiriéndose a la Oriol: "Y de una mujer que alaba los cojones de los hombres, pasamos a
otra mujer a la que no le importa tocarlos, dicho metafóricamente, claro".
Mañana seguiremos hablando de
Giuseppe Di Stefano.
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