viernes, 22 de agosto de 2014
Compositores contemporáneos. Peteris Vasks
Pēteris
Vasks (1946) nació en Aizpute, Letonia, en la familia de un pastor baptista. Se
formó como contrabajista y desempeñó ese puesto en varias orquestas de Letonia
antes de entrar en el Conservatorio Estatal en Vilna, en la vecina Lituania,
para estudiar composición debido a la política represiva hacia los baptistas en
la Letonia Soviética. Empezó a ser conocido fuera de Letonia en el decenio de
1990, cuando el violinista y director de orquesta letón Gidon Kremer comenzó a
elogiar y defender sus obras, aspecto que influyó para convertirlo en uno de
los más influyentes compositores europeos contemporáneos.
El
estilo inicial de Vasks debe mucho a los experimentos en música aleatoria de
Witold Lutoslawski, Krzysztof Penderecki y George Crumb. Más tarde, incluyó
elementos de la música popular de Letonia, hecho que se refleja, por ejemplo,
en su concierto para corno inglés (1989). Sus obras son por lo general muy
claras y comunicativas, y con un sólido sentido de la armonía. Pasajes líricos
puede ser seguidos por disonancias agitadas, o interrumpidos por secciones
sombrías. Ha hecho un amplio uso de técnicas minimalistas, pero nunca se
convirtió en esclavo de ningún método en particular.
Fuente: Wikipedia
miércoles, 20 de agosto de 2014
La Información
En un
post anterior ("En el momento preciso", 29/6/14) dejé escrita mi
impresión inicial sobre Podemos, el último fenómeno político/mediático, y dije
que permanecería a la expectativa de futuras acciones antes de formar un juicio
definitivo.
Después
de sus proclamas contra la injusticia, la corrupción y las "castas",
Iglesias ha dicho: “Si el derecho a la
información es un derecho democrático, la concentración de la propiedad es
incompatible con ese derecho”. Aquí hay algo que rechina. ¿La información
es un derecho democrático? Creo que no. La información, como concepto aislado,
no es un valor moral, ni un atributo de la libertad. Sí lo es la libertad de
información, igual que la libertad de expresión, de pensamiento, de religión o
de residencia. Sigue Iglesias: "No
puede ser que algo tan importante, y de interés público, imprescindible para la
democracia, como son los medios de comunicación, esté solo en manos de
multimillonarios". ¿Y en qué manos debe estar? En los países libres,
los medios de comunicación, desde que existen, están en manos de la iniciativa
privada, sean sus dueños multimillonarios o no. Esto ocurre en todas las
democracias. En algunos países suele haber un canal público de televisión, que
debería ser imparcial, pero que, como todo el mundo sabe, refleja, de manera
más o menos evidente, la ideología del partido gobernante.
"¿Por qué no va a existir una regulación que garantice la libertad
de prensa en el mejor sentido del término, sin condicionantes de empresas
privadas o de la voluntad de partidos políticos?", pregunta Iglesias.
Otra frase vacía. La libertad de prensa no hay que garantizarla, ya existe; comparen, por ejemplo, los
titulares del diario Público con los de La Razón, o los de Telemadrid con La
Sexta. En cuanto a que la prensa no tenga condicionantes de la empresa privada
o de los partidos políticos, es una utopía. Pero Iglesias insiste: "La gestión de la información no puede
depender únicamente de hombres de negocios y su voluntad por permitir la
libertad de expresión". Erróneo.
La libertad de expresión no depende para nada de los hombres de
negocios, es un atributo de la libertad, o de la democracia, si lo prefieren, y
la tienen los ricos y los pobres, los trabajadores y los empresarios. Otra cosa
es que unos se hagan oír mejor que otros.
Tal vez
Iglesias piensa que es contrario a la democracia que existan magnates de la
prensa, como lo fueron Hearst o Maxwell, capaces de influir desde sus
periódicos en grandes masas de ciudadanos. Puede ser lamentable, pero no
antidemocrático. No hay que olvidar que la acumulación de poder es una de las
posibilidades de la democracia; siempre habrá magnates como los mencionados.
Véase sí no la lista de Forbes. Vivimos en una democracia imperfecta, como
todas, pero en la que sin duda existe libertad de expresión. Cualquier medio
informativo tiene dos aspectos. Uno es la noticia, la información de los
hechos, que debe ser veraz; otro es la opinión, que es libre y variable. Pero
tanto si la noticia se falsea como si la opinión injuria a personas o
instituciones, en todas las democracias hay recursos legales para combatir la
infamia.
Lo que
Iglesias propone, que "los medios de comunicación, por lo menos una
parte, tienen que tener mecanismos de control público", es claramente
antidemocrático y contrario a esa libertad de expresión. A no ser que el líder
de Podemos esté pensando en una información controlada tipo Granma o Pravda, o
la Prensa del Movimiento de nuestra última dictadura.
Si
Podemos sigue combatiendo la injusticia y la corrupción, contará con la
simpatía del pueblo; pero si empieza a translucir mecanismos autoritarios,
puede que se oscurezca su futuro electoral.
domingo, 17 de agosto de 2014
Música e imagen
actuaciones en directo, la cantante hizo famosos sus atractivos deshabillés, lo que marcó un antes y un después, en lo que a vestuario escénico se refiere, un estilo que fue imitado, y ya nunca abandonado, por sus numerosas sucesoras.
Lo que nadie podía prever es que las imágenes sexy, como método promocional, fueran también adoptadas, poco después, por algunas intérpretes de música clásica. Las primeras imágenes que nos sorprendieron fueron las de la excepcional violinista Anne Sophie Mutter, y aunque sus fotos no fueran eróticas sensu stricto, nos impresionó su sosegada y enigmática belleza, tan alejada de los monásticos atuendos de otras afamadas intérpretes.
Sin embargo observen la sensual imagen de Janine Jansen, una estupenda violinista holandesa, o las fotos del Cuarteto Bond integrado solo por mujeres, que, aunque no lo parezca, son solventes intérpretes de música clásica.
Otro tanto diríamos de Sharon Bezaly, la flautista que más discos graba en la actualidad, que aunque no se desviste adopta poses muy sugestivas.
Algo más atrevida es la carátula de la violinista Vanessa Mae, nacida en Singapur, y claramente no son aptas para menores las fotos promocionales de la también violinista Analiza Ching, el último descubrimiento británico.
No sé
si estas actitudes son criticables por las feministas, pero a mí me parecen
bien. Primero porque el marketing es el que manda, y segundo porque las personas
son libres de utilizar su físico como les parezca. En otro orden de cosas, si escuchar buena música desencadena
sensaciones placenteras y contemplar imágenes sugerentes también, sumados ambos
estímulos, uno puede alcanzar cotas insospechadas. Algo así como ensimismarse
con un cuadro de Monet mientras suena música de Debussy.
viernes, 15 de agosto de 2014
Insanidad Pública
Ahora
resulta que mantener en España una Sanidad Pública de calidad no es posible y,
según algunos economistas, nunca lo fue, incluso en los años de esplendor
previos a la crisis. Ahora nos enteramos también de que, en el futuro, sostener
el Sistema Público sin dinero privado será inviable, porque hasta ahora el
Sistema no solo se ha financiado con los impuestos que pagamos usted y yo, sino
de impuestos y deuda. Y no es que este criterio sea patrimonio de la derecha,
sino que, según los expertos, un futuro gobierno socialdemócrata tendría que
aceptar los mismos postulados. También pasarían por el aro los Izquierdistas
Unitarios o los Poderosos de Iglesias, en el caso improbable de que llegaran a
gobernar. De no hacerlo así unos y otros, la actual Sanidad Pública degeneraría
en poco tiempo en la antigua Beneficencia General del Estado. O sea, en la
Medicina para pobres de comienzos del siglo XX.
Quien
esto escribe, que ha vivido desde dentro el ascenso y declive de nuestra
Sanidad Pública, le gustaría decir un par de cosas a esos esotéricos
economistas que cada día ofrecen una solución diferente para sanear la
economía. Antes de nada, un poco de historia. Puede decirse, salvo error u
omisión, que el germen de la Sanidad Pública nace con la Ley de Coordinación
Sanitaria promulgada en 1934 por la República. Y miren lo que son las cosas,
los vencedores de la Guerra Civil respetaron esta ley y desarrollaron sus
competencias en la Ley de Bases de 1944. Nació así la Seguridad Social y hacia
1965 se inició en España la construcción de grandes hospitales y se instauró el
sistema de Médicos Internos y Residentes y la vinculación de estos centros
sanitarios a la Universidad. Alcanzó la Medicina Pública tal esplendor en esos
años, que los mandamases y gerifaltes del régimen se operaban o curaban sus
males en los hospitales públicos, en la cama o habitación contigua a la del más
humilde obrero. Yo no sé cómo se financiaba entonces la Sanidad, pero sí sé que
fue una gran obra social, muy costosa tal vez, pero con seguridad más rentable
que construir aeropuertos sin aviones o autopistas de peaje vacías. Uno no
quiere colgarse medallas, pero durante unos años en este país se respiró un
aire social que mantuvo una Medicina Pública de alto nivel, un periodo en el
que médicos extranjeros venían a aprender a España.
Un día
llegó la democracia, y todos los demócratas españoles, que eran muchísimos a
pesar de que hasta entonces no habían hecho acto de presencia, dijeron: ¡qué
alivio, llegó la libertad! Y los que trabajábamos en la Sanidad Pública
dijimos: si con los fascistas esto iba bien, con los socialistas ni te cuento.
Grave decepción. Los sucesivos y democráticos gobiernos, fueran socialistas,
centristas o derechistas, multiplicaron la burocracia y restringieron los
presupuestos sanitarios. Pero sobre todo cometieron un terrible error:
transferir las competencias sanitarias a las Comunidades Autónomas.
Miren,
planificar la Sanidad de un país no es fácil, pero en principio es una cuestión
estadística. Por ejemplo: primero se determina cuántos trasplantes de corazón
por número de habitantes es necesario realizar en un año. Después se calcula
cuántas intervenciones anuales debe realizar un equipo quirúrgico para que sus
miembros adquieran la máxima destreza y el gasto sea proporcionado. Con estos
datos es fácil determinar el número exacto de centros de trasplante cardíaco
que necesita un país en un momento dado. ¿Han tenido en cuenta estos sencillos
cálculos nuestros sucesivos ministros de Sanidad? No. Cada consejero de Sanidad
de su respectiva autonomía ha dicho que no va ser menos que el de al lado. Si
ese trasplanta, yo también. Conclusión: se han cuadruplicado o quintuplicado
los centros dedicados a lo mismo, con un aumento desmesurado del gasto público
y, lo que es peor, centros que operan la quinta parte de lo que deberían
operar. La Sanidad no debió transferirse NUNCA, como no se transfirió la moneda
o el ejército; o al menos haberlo hecho de forma sensata.
De
manera que no nos vengan ahora con milongas los economistas dictaminando que
aquella Sanidad Pública de alto nivel es irrepetible. Antes de recurrir al
capital privado, que como es lógico quiere hacer negocio, nuestros políticos
deberían resolver el despilfarro sanitario de las Autonomías y estructurar una
ÚNICA Sanidad Pública para todo el Estado español. Esto les restará votos, pero
conseguirán dos cosas: profesionales mejor formados y una Medicina Pública
menos costosa y más eficaz. De no hacerse así, los ministros franquistas (que
no necesitaban ser demagogos porque en una dictadura no se discute lo que
ordena un ministro) seguirán siendo un ejemplo, por vergonzoso que resulte,
para los insolventes gobernantes que nos ha tocado padecer.
lunes, 11 de agosto de 2014
Invierno del 62
Tiempo atrás solían definir los
límites del mundo. El norte lo constituía la calle Diego de León, desde su
arranque cuesta arriba en Serrano, un repecho en el que renqueaban los tranvías,
hasta su disolución en una falsa plaza donde confluían Francisco Silvela y
Conde de Peñalver. Esta última calle -antes Torrijos- descendía hacia el sur
hasta entroncar con Goya, que era el contorno oriental del mundo, camino
obligado para alcanzar uno de los más frecuentados puntos de encuentro, la
intersección Torrijos-Goya-Alcalá. Allí, en la boca del Metro, junto a unas
pañerías desaparecidas, se citaban con sus novias y sus amigos, haciendo frente
al cierzo invernal que corría en aquella esquina. Torrijos o Conde de Peñalver
fue siempre una calle de invierno y en Navidad se llenaba de casetas que
vendían musgo y figuras para el belén. Frente a esa esquina, formando el
vértice entre Alcalá y Goya, se alzaba majestuosa la cervecería de La Cruz Blanca , en cuya
segunda planta se reunían a tomar café desde tiempo inmemorial. La calle de
Goya delimitaba el mundo en su extremo sur y siempre fue muy frecuentada. Por
último, el mundo se cerraba al oeste por la calle Serrano, que tenía su propio
universo y sus propios habitantes. Fuera estaba el espacio exterior, aunque en
ocasiones viajasen a otros mundos, como el planeta Fuencarral o el planeta Gran
Vía.
¿Y dónde
encontraremos cobijo
para la
alegría o el simple bienestar
cuando apenas
queda nada en pie
más que los
suburbios de la discordia?
W. H. AUDEN
sábado, 2 de agosto de 2014
Colateral
Cada
día, cada hora, cada minuto, mueren personas en todo el mundo. Muchas de esas
muertes son justificables: vejez, enfermedades, accidentes, catástrofes
naturales, etc. Otras muertes se justifican peor y las denominamos víctimas
colaterales. A esas personas se las mata sin querer, podríamos decir, mueren
porque estaban cerca de los que tenían que morir y las bombas no discriminan, o
porque un cálculo equivocado hace caer misiles en escuelas públicas. Es
tremendamente injusto, pero ocurre tantas veces que casi nos hemos acostumbrado
y nadie está libre de convertirse en víctima colateral en el momento más
inoportuno. Esas muertes colaterales suceden en muchos lugares del planeta,
sobre todo en los países que están en guerra o sufren algún tipo de terrorismo.
Por ejemplo Ucrania, Pakistán, Irak, Afganistán o en muchos pueblos del
continente africano, de los que a veces nos llegan noticias de una masacre.
Ahora
viene la pregunta: ¿son también víctimas colaterales los muertos civiles en
Palestina? En principio sí. No creo que fueran otra cosa esos niños que murieron
cuando jugaban al balón en una playa, y, como en cualquier otro suceso similar,
parece normal condolerse de esa atrocidad y pedir a los que combaten que
procuren no matar inocentes. Pero he aquí que los muertos palestinos deben ser
diferentes, porque compadecer a esas víctimas y censurar a sus verdugos, al
menos en Estados Unidos, está mal visto. Tan es así que algunos artistas de
cine (españoles) que habían hecho pública su protesta, han tenido que retractarse
por la cuenta que les trae, laboralmente hablando. Ya sabemos que Estados
Unidos e Israel son aliados militares, pero también lo son el Reino Unido y
Turquía, pongamos por caso, y si alguien se queja públicamente de algo que
hacen mal estos últimos países, la Casa Blanca dice que no es asunto suyo. ¿Por
qué las cosas son diferentes con Israel?
Yo,
desde luego, no soy antisemita, ni anti árabe, entre otras cosas porque, dada
nuestra historia, nuestros genes deben
estar saturados de contenidos árabes y judíos. No hubo nación con mayor
mestizaje que España en la Edad Media. Pero en el conflicto de Oriente Medio
uno se pone casi inconscientemente a favor de los palestinos, en parte porque
tendemos a compadecer a los más débiles, pero también porque Estados Unidos no
los defiende ni los compadece, y eso es muy molesto porque no conseguimos
entender por qué. Queramos o no EEUU es una de las naciones más poderosas
del mundo, si no la más, y es innegable que mantiene un liderazgo indiscutible
en la política internacional. Si hay que invadir Irak, se invade, si hay que
intervenir en Sudán, se interviene, si hay que vetar una resolución de la ONU,
se veta. Lo extraño es que con ese poderío sean incapaces de arreglar las cosas
en Palestina por la vía rápida y evitar que sigan produciéndose víctimas, la
mayoría colaterales. Yo, la verdad, no siento simpatía por la prepotencia de
Israel en esta guerra. Nada que ver con los héroes judíos del levantamiento del
gueto de Varsovia, protagonistas de una hazaña histórica sobre la que he leído
casi todo y nunca ha dejado de emocionarme y causar admiración.
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