miércoles, 27 de noviembre de 2013

Casares

(Técnica mixta)

San Pablo y las sumisas

Gran escándalo en los medios a causa de un libro escrito por una italiana que ha editado en España Nuevo Inicio, una editorial creada por el arzobispo de Granada monseñor Martínez. Cásate y sé sumisa es el título. Hasta a la ministra Mato (ver para creer) a pedido la retirada de la obra por su contenido irrespetuoso con la mujer. Resultado: número uno de ventas en Amazon. A lo mejor es de lo que se trataba. La provocación, ya se sabe, es lo que más vende.

¿Creen realmente los cristianos que la mujer debe ser sumisa? Tanto la autora como el clérigo sustentan sus afirmaciones en las palabras de San Pablo. He aquí el gran error del arzobispo y de la Iglesia Católica en general. Justificar sus dictámenes con palabras que se dijeron hace dos mil años es ignorar con deliberación el progreso de la humanidad. Esas palabras pudieron ser válidas en el siglo I, pero no lo son el siglo XXI. No es comparable el nivel social de la mujer en tiempos de Cristo con el actual. Es como si los médicos siguiéramos practicando la medicina de Hipócrates o los filósofos siguieran aludiendo al demiurgo platónico. San Pablo fue un hombre muy listo, pero hablaba para los cristianos de su época. Por tanto, escudarse hoy en día en lo que él dijo es una inconsecuencia.


Por otra parte, a mi juicio, hay una interpretación sesgada de lo que escribió Pablo. Si tienen curiosidad pueden consultar la Epístola a los Efesios. Rescato aquí los versículos en cuestión:  Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor,  porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador.  Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo.  (Efesios 5, 22-25) Yo no veo que aquí  se hable de sumisión. Más me parece que "estar sujetas" podría ser una prevención del adulterio y no una forma de esclavitud. Sobre todo cuando más adelante proclama: Así también los maridos deben amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos (...) porque somos miembros de su cuerpo, de su carne y de sus huesos. 

En un contexto histórico, las palabras de Pablo podrían no resultar demasiado lesivas para el género femenino, y no deberían usarse como arma arrojadiza por la curia conservadora.