Gran escándalo en los medios a causa de un libro
escrito por una italiana que ha editado en España Nuevo Inicio, una editorial
creada por el arzobispo de Granada monseñor Martínez. Cásate y sé sumisa es el título. Hasta a la ministra Mato (ver para
creer) a pedido la retirada de la obra por su contenido irrespetuoso con la
mujer. Resultado: número uno de ventas en Amazon. A lo mejor es de lo que se
trataba. La provocación, ya se sabe, es lo que más vende.
¿Creen realmente los cristianos que la mujer debe ser
sumisa? Tanto la autora como el clérigo sustentan sus afirmaciones en las
palabras de San Pablo. He aquí el gran error del arzobispo y de la Iglesia
Católica en general. Justificar sus dictámenes con palabras que se dijeron hace
dos mil años es ignorar con deliberación el progreso de la humanidad. Esas palabras
pudieron ser válidas en el siglo I, pero no lo son el siglo XXI. No es comparable
el nivel social de la mujer en tiempos de Cristo con el actual. Es como si los
médicos siguiéramos practicando la medicina de Hipócrates o los filósofos
siguieran aludiendo al demiurgo platónico. San Pablo fue un hombre muy listo,
pero hablaba para los cristianos de su época. Por tanto, escudarse hoy en día
en lo que él dijo es una inconsecuencia.
Por otra parte, a mi juicio, hay una interpretación
sesgada de lo que escribió Pablo. Si tienen curiosidad pueden consultar la
Epístola a los Efesios. Rescato aquí los versículos en cuestión: Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al
Señor, porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es
cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también
las casadas lo estén a sus maridos en todo.
(Efesios
5, 22-25) Yo no veo que aquí se
hable de sumisión. Más me parece que "estar sujetas" podría ser una
prevención del adulterio y no una forma de esclavitud. Sobre todo cuando más
adelante proclama: Así también los maridos deben
amar a sus mujeres como a sus mismos cuerpos (...) porque somos miembros
de su cuerpo, de su carne y de sus huesos.
En un contexto histórico, las palabras de
Pablo podrían no resultar demasiado lesivas para el género femenino, y no deberían
usarse como arma arrojadiza por la curia conservadora.
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