domingo, 13 de octubre de 2013

Sobre la voz

Todas las voces tienen su belleza, pero en la voz de soprano y en la de tenor hay un magnetismo especial. Reside en los agudos. En las notas agudas hay algo sobrehumano, es como una sublimación de lo material, una transcendencia casi mística que se siente en lo más íntimo y nos sobrecoge. Y así como el clímax puede alcanzarse de diferentes maneras según se escuche una gran orquesta, un coro o un instrumento aislado, en el canto, el clímax se encuentra en las notas altas. 

Naturalmente no es lo mismo escuchar un agudo bien emitido que un agudo forzado, que más que conmover entristece. También influyen el color de la voz, la belleza del timbre y algo que es ajeno al cantante: cómo concibió el compositor esa  nota aguda. Si yo escucho, por ejemplo, el aria Ah, mes amis, de La fille du regiment, de Donizetti, en la que el tenor tiene que dar nueve Dos de pecho, siento admiración si el cantante lo hace bien, pero apenas me conmuevo. ¿Por qué? Porque a mi juicio esos agudos son casi gritos y están fuera de contexto. Creo que el agudo para producir esa conmoción a que antes me refería debe estar sabiamente integrado en la partitura, formar parte del contexto tanto musical como poético del aria. Así, en el aria A te o cara de I Puritani de Bellini, hay un sobreagudo (un terrorífico Do 4 #, si se respeta la partitura original) que es esperable y no parece un fuego de artificio. 

Es bien conocido que la mayoría de las notas sobreagudas de las óperas de Verdi no fueron escritas por el compositor, sino añadidas después para lucimiento de los cantantes. Pero nadie ha escrito agudos como Puccini. Leí en algún sitio que la música de Puccini era el pathos. (Pathos: íntima emoción presente en una obra de arte que despierta otra similar en quien la contempla). Estoy de acuerdo. Nada hay comparable a cómo nos transporta la música en el aria Che gelida manina de La Bohéme, desde el comienzo hasta la culminación (no el final) en un absolutamente necesario Do 4 que nos sobrecoge y hace que perdamos contacto con lo que nos rodea. Escuchen a Pavarotti en la grabación dirigida por Karajan (solo en esa). No hay nada igual. (Sin llegar a esa cima pero mejor que muchos, la interpretación del tenor Jonas Kauffmann).



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